lunes, 12 de enero de 2015

ELEANOR CATTON

ELEANOR CATTON

«Batir récords es cosa del deporte, no de la literatura»

La escritora neozelandesa se ha convertido en la autora más joven en ganar el Man Booker Prize. Lo logró con «Las luminarias», una novela extremadamante ambiciosa ambientada en la Nueva Zelanda de la Fiebre del Oro.

 
IGNACIO GIL


Según la numerología, el 28 es un número muy propicio y activo, asociado con grandes acontecimientos. La escritora Eleanor Catton(Ontario, 1985) tenía sólo 28 años cuando logró el Man Booker Prize con su segunda novela, «Las luminarias». Se convirtió, entonces, en la autora más joven en recibir el prestigioso galardón y el libro, de 808 páginas, en el más voluminoso de los premiados hasta ahora. Los dos récords llenaron titulares y cambiaron la vida de esta joven escritora que en «Las luminarias» afrontó el mayúsculo reto de aunar una estructura compleja y una trama cuando poco enrevesada para contar una historia ambientada en la Nueva Zelanda de la Fiebre del Oro.
- «Las luminarias» es una novela tan ambiciosa como larga. ¿De dónde surge la historia?
- En realidad nunca fue mi idea escribir una novela tan larga. En cierto modo, la complejidad del libro fue aumentando a medida que lo iba escribiendo. La idea se desarrolló y fue creciendo. No sabía si iba a funcionar, era un riesgo. Quería escribir una novela que fuera compleja pero, al mismo tiempo, tuviera una trama interesante, de manera que la gente quisiera leerla. Leí muchas cosas sobre distintos temas, no tenía muy claro qué quería escribir, pero una de las posibilidades era crear un misterio con asesinatos; me encanta ese tipo de novelas. Pensé que sería divertido. Y muchos de los personajes aparecieron cuando llevaba ya dos o tres años escribiendo el libro.
- ¿Por qué Nueva Zelanda y por qué la Fiebre del Oro?
- La costa oeste de Nueva Zelanda es un sitio muy especial para mí y siempre he visto la Fiebre del Oro desde una perspectiva romántica. La ambición se fusionó con esos intereses y empecé a tomar notas para la novela. Pero no hubo un momento en el que dije: ¡Eureka!
- Tengo entendido que Italo Calvino tuvo algo que ver.
- En cierto modo. Es un autor al que admiro, pero en este caso concreto había leído «El castillo de los destinos cruzados» y justo hacía poco que había aprendido a leer las cartas del Tarot. Entonces, pensé por primera vez que es una pena cómo, muchas veces, la estructura de la novela pierde por culpa de la trama, y viceversa. Gracias a esa reflexión, llegué al punto de partida que quería para mi novela: una estructura compleja con una trama interesante.
- Hablemos del Booker: ¿qué se siente al ser la escritora más joven que lo gana?
- Es muy extraño. La literatura no tiene nada que ver con batir récords, eso es cosa del deporte. Vivimos un momento en el que los premios literarios tienen casi más importancia que la crítica, una época en la que los autores cumplen un papel social. Parece que ahora sólo estemos centrados en el éxito que tienen los libros. Vivimos en un mundo editorial muy controlado por los premios. No sé cómo me siento a ese respecto, la verdad. Una de las consecuencias es que hablamos de la literatura como si fuera una competición, como si el autor que gana el premio hubiera vencido al resto… ¡Eso es ridículo! No se trata de un montón de escritores escondidos, pensando qué estará escribiendo el resto y qué pueden hacer ellos para ganar… Es muy raro. Por desgracia, el hecho de que la novela sea tan larga es un récord que no va superar nadie en mucho tiempo, pero sí espero que alguien más joven que yo gane el Booker, porque al menos me habré liberado de esa corona.
- Se calcula que el Booker aporta al ganador, entre ventas y el montante del premio, alrededor de un millón de libras. ¿Le ha cambiado la vida?
- Bueno, financieramente sí, me ha cambiado. Hace un par de años, fui con mi pareja, que es poeta, al banco para ver si nos daban una hipoteca. Cuando le dijimos al director del banco cuáles eran nuestras ocupaciones, se rieron y nos mostraron la puerta de salida. Desde que he ganado el Booker hemos comprado una casa, que es donde vivimos ahora; antes pensábamos que jamás lograríamos tener una casa propia. Así que creo que he conseguido algo que de otro modo no hubiera logrado. Desde ese punto de vista ha sido un cambio importante en mi vida. Da una cierta seguridad. También es extraordinario, porque nunca me había considerado una escritora popular. Me preocupan los lectores, no quiero alejarlos, son una parte fundamental del proceso.
- Obtuvo el galardón con 28 años, los mismos desde la última vez que una autora neozelandesa, Keri Hulme, lo ganó. No me diga que no cree en las casualidades.
- Sí, bueno, por supuesto, ha habido muchas coincidencias. Por ejemplo, en Fráncfort estábamos en la mesa 28. El 28 es un número asociado a la revolución del planeta Saturno, tiene mucho que ver con el sistema planetario. Pero es increíble que los seres humanos siempre quieran encontrar un significado en las coincidencias. Preferimos ver ese significado en lugar de ignorarlo. Por supuesto, las coincidencias son fantásticas, pero creo que siempre se pueden encontrar.
- En una ocasión dijo que su idea es que los libros sean como catedrales.
- Lo maravilloso de las catedrales es que existen para la exaltación, están construidas para la glorificación de algo que es un misterio en esencia, y tenemos que aceptarlo como tal. Creo que el arte debería ser eso, un modo de comprender lo que es un misterio, no sólo en el mundo, sino también en nosotros mismos. Los autores tienen que respetar ese misterio, todo artista debe respetar y debe creer hasta cierto punto en esto. A mí me gusta el arte. El artista decide ser un artesano y aplicar toda su energía en hacer la mejor pieza posible, como una catedral, que es la mejor obra de arte que se puede hacer… Creo que las catedrales son tan hermosas porque sólo la belleza es digna del misterio de Dios. Me gustan estos ideales tan elevados, pero es una idea un poco liberal. Yo soy Libra, y es el único signo que no es una persona ni un animal: adoramos lo abstracto, el ideal, la belleza arquitectónica…
- Teniendo en cuenta su trayectoria, me pregunto qué leía cuando era niña.
- Pues los libros que todo el mundo espera, como El jardín secreto, La pequeña princesa, La isla del tesoro… Yo lo leía todo cuando era niña, incluso Tintín. Todos los libros tenían influencia en mí, porque los leía una y otra vez. Creo que una de las mejores cosas de empezar a leer siendo tan joven es que, cuando le das un libro a un niño y le gusta, lo va a leer millones de veces.
- Su madre era bibliotecaria y su padre enseñaba filosofía. Volviendo a las casualidades, está claro que estaba destinada a ser escritora.
- Sí, quizá en cierto modo. Nunca pensé en hacer otra cosa, realmente. Desde muy joven, sabía que era una opción y mi madre decía que tenía un nombre muy bueno para ser escritora. Pero no compartí mi trabajo con mis padres, era algo muy privado. No pasé toda mi infancia leyendo, ¿eh?, hacía otras cosas… Pero sí estoy muy agradecida a mis padres por darle tanta importancia a la lectura desde el principio.
En la galaxia de Eleanor Catton
POR ANTONIO FONTANA
«Las luminarias» (***). Hubo una época en que California era sinónimo de yacimientos de oro. Hasta que California se agotó. Entonces los buscadores oyeron de nuevo la llamada y zarparon con otros rumbos. Entre ellos, Nueva Zelanda. Hacia donde parte Walter Moody espoleado por el rumor de que «puede uno sacarse una renta en cuatro meses o menos» y labrarse su propia fortuna. Sin embargo, todo empieza a torcerse a su llegada a Hokitika en enero de 1866: «Cuando el Godspeed salió del puerto de Dunedin había ocho pasajeros a bordo; para cuando tocó tierra en la Costa, había nueve». Y vaya por delante que el noveno pasajero no era un bebé recién nacido durante la travesía, ni tampoco un polizón, ni nadie a quien hubiesen subido al barco después de que el vigía, avistándolo en el agua, a la deriva, diera la voz de alarma. No.
A ese misterio hay que sumar otros dos: la desaparición de Emery Staines, uno de los hombres más ricos de Hokitika, y el hallazgo del cadáver del ermitaño Crosbie Wells. «Todo apuntaba a que había muerto a causa de la bebida. Su mano seguía cerrada en torno a una botella de licor casi vacía y la habitación desprendía un intenso olor a alcohol.» Crosbie era famoso por sus dos grandes amores, el trabajo duro y la recompensa del trabajo duro: el whisky, cuando lo conseguía, y la ginebra, cuando no. Que el borracho haya muerto no le extraña a nadie; lo extraño es que en su cabaña hubiera escondida una fortuna en oro. Y hablando de oro -cuarto misterio-: ¿dónde están esos cinco vestidos en cuyos forros alguien, con infinita paciencia y habilidad, ha cosido pepitas de oro valoradas en la friolera de cuatro mil libras?
Aunque puede que los misterios no sean cuatro, sino cinco, pues una puta, Anna Wetherell, aparece inconsciente en la carretera de Christchurch. «Estaba viva, pero por los pelos.» ¿Ha intentado suicidarse o la han drogado? Ella, que de momento ha sido encarcelada, guarda silencio.
«Un secreto merece otro secreto, y un relato merece otro relato.» Consciente de ello, Eleanor Catton nos conduce, de enigma en enigma, a través de un argumento complejísimo en el que los trece personajes principales -hay más, muchos más- se ceden la palabra, se la quitan unos a otros, dan cada cual su versión de los hechos y aportan con sus testimonios nuevos datos que retuercen la trama, la ahondan, la agigantan, haciendo que sea fácil perderse por sus mil y un recovecos. Porque lo que pone en pie Eleanor Catton, más que un mundo, es una galaxia. Con su constelación de planetas y asteroides y satélites.

Abrumado, uno echa en falta un plano, una guía, quizá un GPS con el que moverse sin peligro a lo largo de estas más de ochocientas páginas que le han valido a su autora el Premio Man Booker 2013. Muy merecido, que conste, pues la ambición de Las luminarias es desmedida. Pero el alud de versiones, de confidencias, de aclaraciones e historias cruzadas amenaza con sepultar al lector, que, gracias a novelas como esta, se convierte en un titán. Si usted confía en sus fuerzas, no se lo piense dos veces: los misterios de Hokitika le están esperando.



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