viernes, 17 de enero de 2014

"JESÚ EN EL PAÍS DE LAS PESADILLAS"




Que estupendo es caminar por los campos verdes de mi pueblo. Oír encantado la sublime melodía de una gaita que resuena majestuosa en los alrededores de la pequeña plaza, frente al Ayuntamiento. Cierro los ojos e inhalo el fresco aroma de las montañas. Un viento suave me atrae la fragancia de tierras adentro. Sin duda, se encumbran las ganas de vivir. Esa quietud, esa paz. Es fantástico. ¡Realmente soy feliz! …
Pero la felicidad no dura mucho en estos tiempos… ¿No comprendo? Estaba tan tranquilo; de repente, solo gritos y desesperación se escuchan en cada esquina, en cada escondrijo. Qué extraño todo. Hasta la claridad del día se desvaneció dejando un entorno triste y gris. Me causó interés especial, un personaje, en particular, que me advertía con voz temerosa. Repitiéndome una y otra vez, lo mismo:
­_ ¡Corre amigo…corre, no te quedes ahí! -Exclamaba desesperadamente-.
            Aquel individuo, raro por cierto, daba increíbles zancadas, pasos tan largos que sus piernas, pienso yo, no obedecían las señales transmitidas por su cerebro a sus músculos. Estas se alejaban una de otra como el vaivén de las olas del mar. Como él, muchos otros se comportaban del mismo modo. Los habían de todas las formas: regordetes, alargados, brazos largos, piernas cortas; en fin, parecían personajes salidos de una fiesta de carnaval.
_ ¡¿Qué sucede?!  -Pregunté casi gritando sin obtener respuesta alguna-. Válgame Dios, parece una tormenta que se aproxima a lo lejos y está oscureciendo rápidamente. -mencioné mientras observaba al horizonte-
            A pesar de todo nadie detenía su veloz retirada. La multitud se desbandaba por un sinnúmero de serpenteas calles, escondiéndose en cualquier rincón donde pudieran o donde cupieran. Seguí preguntando lo que ocurría a cada  ser que se cruzaba en mi camino; solo, me indicaban que no volviera la cara atrás. Era sorprendente. Luego, de tanto insistir, logre detener a uno…
_ ¡Corre que ahí viene!... y esta tremendamente furioso. Discúlpame, tengo que esconderme. Te aconsejaría que hicieras lo mismo.
_ Pero de que hablas ¿Viene quién? -Miré hacía donde me indicó Y…Ohhhh sorpresa, supe al instante cuál era el problema y exclamé sonriendo- ¡Si es mi jefe! Jajaja pero que gracioso se ve. Está muchísimo más alto. Diría, todo un gigante, y más gordo el malvado -Sentencié-.
            Lo único que no cambió, me di cuenta, fue el escuchar sus insultos y matonerías. Práctica habitual en tal mangante.                                       
 _ ¡Maleantes! acaso están de vacaciones. Aquí hay que ¡TRABAJAR! para yo ganar y solo los nuestros progresar. Ustedes están en este mundo para eso, para que nosotros vivamos bien. ¡Tú!...qué haces ahí mirando como un tonto -refiriéndose a mí- ¡Coge el rastrillo, el pico y la pala! y ponte en marcha, ¡Quiero producción!…
            Así rebuzno y rebuzno con gran soltura de lengua, mientras me observaba con esos ojos desorbitados que herían mi rostro como el látigo de un verdugo que golpea sin piedad la piel de su víctima y esa boca espantosamente babosa de perro rabioso... con tanto balbuceo sentí un repentino mareo y la cabeza me dio vueltas aquí, vueltas allá, hasta desplomarme al suelo empedrado de la amplia calle principal del poblado. Y mientras llegaba la estocada final…Ringgggg sonó un despertador. Sobresaltado y como si viajara en un tren rápido, mire a todos lados. Desperté, me encontré en una habitación. Mi habitación de dormir, acostado en mi cama, revuelta de pies a cabeza. Pensé,  no era más que una burda pesadilla y reaccione de aquel sueño volviendo a la realidad. Me di cuenta que el despertador había sonado hace largos minutos. Nervioso, salté de la cama y aun soñoliento se me hacía difícil lavarme. El jabón en cada pasada de mano resbalaba insistentemente…
_ Ufffsss…las cinco y media de la mañana. Alabado Señor, estoy retrasado, seguro que pierdo el trabajo. Conociendo al jefe. -Recordé al susodicho y me reí al imaginármelo tan rechoncho, fue gracioso-.
            Bebí apresuradamente un café frío. Guarde toda la ropa de trabajo en la mochila y corrí hasta el coche. Entre tumbos me dirigí a laborar. El viaje aproximadamente es de hora y media hasta la zona de Ferrol, cerca del puerto. En el trayecto reflexioné sobre la pesadilla que tuve, salvo algunas cosas, nada iba más allá  de la realidad sobre el trato que nos dan. Esa gente cree que lidera un rebaño de burros. Esta forma de vida ahoga mis pensamientos; aunque, tristemente recordaba que tenía mejor suerte comparado con otros en este mundo. Así, observando la indiferencia de otros seres, me hacían sentir incapaz de lograr metas. Luchar solo para subsistir día tras día como un esclavo, afrontando desprecios, calumnias, ahogado por las deudas. Pienso que de esta manera, no es vivir… ¡Oh Dios! este mundo lo describiría como el escenario perfecto para unos cuantos vividores, maestros del engaño, paladines, no de la justicia, sino de la gran injusticia. Es así, nos enseñaron la lección,  puesta a la medida, durante años.
            Me llamo Jesús aunque prefiero que me llamen Jesú. No por tener nada en contra de aquel personaje; solo que cargo mi propia cruz desde mi nacimiento. Este nombre se lo debo a mi recordada madre. En el instante que nací, el médico un tanto temeroso, me llevó a sus brazos, diciéndole:
_ Un parto normal mi señora, aquí tiene a su pequeño hijo. Doña Manuela… ¿Qué nombre le pondrá? …
            Ella, una humilde mujer de buen corazón aunque muy asustadiza. Al verme, exclamo: ¡Jesucristo! Nunca me lo dijo, pero supongo que lo pronunció en un arranque de miedo al verme tan feo. Con el tiempo he ido mejorando mucho, me reflejo en aquel cuento del famoso “Patito feo” que solían contarnos los mayores. Aunque tampoco soy un hermoso cisne…En fin, a pesar de todo me crió como solo una verdadera madre lo puede hacer junto a mis once hermanos… ¡Hay de mi padre! Un marinero curtido, fuerte como un roble. En su mayor apogeo daba todo de si cada vez que llegaba del mar hasta que un día desapareció, supimos por otras lenguas que teníamos más hermanos por las Américas, ¿Cuántos? no lo sé. Me imagino que muchos esconderán el mismo episodio, de esta misma película.
            Menos mal mi pobre madre heredó unas pequeñas tierras. Hija única. Sola, afronto las penurias de criar once niños. Yo soy el sexto y desde un comienzo me hicieron entender que era como la balanza. El equilibrio entre mis hermanos mayores y los menores. Que le voy hacer.
            Rápidamente comprendieron los mayores que yo era el favorecido para hacerme cargo de los más pequeños y marcharon. Hasta el sol de hoy, no supimos de la suerte que corrieron en este mundo: Serán algunos ricos, otros pobres. Qué sé yo.
            El momento más triste de mi vida, fue tener que perder a mi madre, una tarde de agosto, sumida en un  ambiente raro de invierno. Le prometí entre lágrimas cuidar de mis hermanos menores y creo que no le fallé, o por lo menos nunca deje que este mundo los arrastrara por el sendero del mal y ahí están. Crecieron y una vez hechos hombres, marcharon también. La soledad es ahora mi compañera, dedique toda mi vida a los demás y me doy cuenta que desaproveche la mía. De niño fui adulto y de adulto me siento un anciano. Es por eso que tanta maldad me hierve la sangre.
               Ya en el local de la empresa donde trabajo…
   _ Jesú, que fue amigo te has retrasado. El jefe mando decir, te acerques a la oficina. ¿Te encuentras bien?
_ Sí, estoy estupendamente bien, sé que me retrase, seguro, que aunque le explique las cosas, será lo mismo.
            Me preparé para recibir el sermón del día…
_ Ahhh mi querido Jesú. Sabrás muy bien que estamos en épocas muy difíciles y las faltas no las puedo digerir, me sabe a poco las razones que me des.
_ Entiendo, jefe. Pero, me gustaría…
_ Nada, esas frases, con esos tonitos no me gustan así que hoy tendrás que completar tus horas a como diga ¡Yo! entendido.
            Bueno, menos mal estuvo algo suave. Medio pensativo me dirigí hasta mi puesto. La máquina mezcladora de cemento siempre fue mi compañera. Sin imaginarme, el jefe nuevamente se acercó hasta mí y con un aire chulesco me habló:
_ No, no, no Jesusito…Hoy tendrás que hacer masa a mano, atrás del local te espera un grupo de gente que espera masa fresca y bien hecha. Tienes una hormigonera acorde a tus facultades. Jajajaja.
            Ya me parecía que esto era demasiado raro, con este jefe. El calor empezaba a salir sin compasión, tostando la piel a su libre albedrío. Las paladas de arena, graba, sacos de cemento y agua, iban y venían sin parar. Menos mal estaba algo en físico y soportaba bastante bien esta tortura. Las horas pasaban y hormigonar el camino detrás del local era un suplicio, parecía interminable.
            Mientras iba preparando la amasada, me acerque a la hormigonera para colocar el cemento. Miré fijamente en el interior de la cuba y una sensación extraña me invadió. Era como si me diera vueltas la cabeza y de repente, un largo brazo me invitó a entrar. Nadie se fijaba, traté de que alguien lo mirase también; pero, nada de nada. Sonreí pensando que era una broma y extendí mi brazo para coger la mano extraña. Sin más me vi girando dentro de la susodicha cuba, cerré los ojos y sentí al mundo ponerse patas arriba. Rápidamente un silencio sepulcral se apoderó del lugar. Cuando abrí los ojos, me encontraba en un lugar muy extraño, sin color, su aspecto era gris, todo parecía hecho con solo hormigón: Pisos, muros… Un frío recorrió mis huesos. De una esquina un rostro alargado me miraba sin pestañar.
_ ¿Quién anda ahí? ¿Quién eres tú? –Preguntaba con insistencia- Por qué me has traído hasta aquí…
_ Hola Jesú, Sabíamos que vendrías hasta nosotros. Por lo que te corresponde eres uno de los elegidos.
            Aquella voz me intrigo muchísimo, de qué carallo hablaba. Mientras trataba de reaccionar; ya no era un solo personaje que me observaba, sino más bien varios, eran como en mi pesadilla: Grandes, pequeños, delgados, regordetes... Lo que más me intrigaba eran  sus miradas tristes, opacas como el lugar.
_ Jesú, amigo, te encuentras en el país de las pesadillas. Un mundo donde se va alimentando con los miedos y las ansiedades de ustedes, los seres humanos. Aunque parezca mentira, nosotros también sufrimos los ataques de un ser muy poderoso que ha aprendido a alimentarse de los temores de los que infringimos temor. Parece irracional, pero es cierto. Hemos contactado con millones de personas, tú eres una de ellas que nivelará la balanza entre el mundo real y el irreal.
_ Vamos a ver, me estás diciendo que esto es real. Bueno, bueno… dentro de lo irreal…No sé, trata de explicarte mejor. Estoy completamente estupefacto.
_ Está bien, nosotros somos quienes entramos a tu mundo mediante el sueño que aflora en ustedes los humanos. Nos adueñamos de vuestros temores a los que ustedes llaman pesadillas. Pero, de un tiempo atrás a llegado un ser mucho más terrible que se ha adueñado de este mundo y nos obliga a ir más allá de la simple quimera que es la pesadilla y en su castillo cerca del río de la desesperación está acumulando las ondas más negativas para destruir a tu mundo, haciendo que mientras duermen, mueran. De esta manera gobernará en tu mundo y en todos los que se presenten en su camino…
_ Jajajaja. Que broma de mal gusto. Esto ¿No es verdad?...
_ No nos crees ehh. Pues mira.
            Mientras reía, empezaron a revivir mis más oscuros temores. Vi como una gran ola volcaba el barco donde navegaba mi padre, sentí como se ahogaba, muchas imágenes de mis hermanos sumidos en la tristeza, mi madre llorando a escondidas las penurias del pasado, mi jefe despreciándome sin compasión…
_ Basta, basta ya es suficiente -grité- que quieren que haga…
_ No podemos decir que lo sentimos porque entenderás que es nuestro trabajo. Solo te pedimos al igual que a los demás humanos que hemos contactado nos ayudes a acabar con este descontrol. Bien, tendrás que guiarnos hasta la cúpula donde se encuentra el rey Modorro. No será fácil, sus lacayos lo protegerán hasta el final.
_ Vaya nombrecito de ese tal Modorro. Tendremos que darle por ese morro. Aja y que ganaré si vencemos…
_ Pues cuando acabe todo, obtendrás una gran recompensa.
            A la mañana siguiente. Bueno ¿Mañana?... Que digo, aquí no existe el tiempo. Todo es tan gris en este mundo. Pues, al momento me encontré vestido con una ropa interesante, digna de un gran General, me veía tan gracioso y mí ejército: Lanceros rechonchos, caballeros larguiruchos montados en caballitos de mar. Poco a poco, todos estos seres extraños se fueron  arremolinando junto a mí. Una voz se escuchó como un trueno y me dijo: “A sus órdenes General”…Me trajeron un dragón dorado, y lo monté con mucho cuidado. Me daba temor ver su rostro. Era un poderoso ejército. Fue la primera vez que me sentí un gran hombre, capaz de realizar grandes proezas, sin que nadie me las imponga. Jamás en mi vida me sentí tan bien.
            Ya, bordeando el río de la desesperación, una emoción extraña me invadió, y a toda la multitud. Grandes surcos de lágrimas caían a borbotones por los extravagantes rostros de mis soldados, formando charcas que al ir creciendo sumergían de golpe a dichos personajes, desapareciéndolos del lugar. Comprendí que tenía que actuar…Les ordene cerrar sus mentes y despertar, saliendo del sueño profundo en la que se encontraban en el momento. Pensé, que ilógico, pues ellos son parte de un sueño…
_ Adelante mis valientes a tomar la orilla del río y cruzarlo sin demora.
_ Señor ¿Cómo lo cruzaremos? –Preguntó uno-
_ Soldados rechonchos, abrazarse unos con otros y los soldados larguiruchos entrelazarse por los costados. Así, formaremos un puente compacto.
            Dada la orden, todo salió de maravilla, logramos cruzar el puente y aunque al otro lado nos esperaba un sinnúmero de lacayos de Modorro, nuestra moral fue creciendo. La lucha se hizo intensa, cada certero golpe hacía desaparecer a cualquier personaje fuera del entorno.
_ Mi General estamos llegando cerca de la gran cúpula-Me repetían mis soldados-
               De repente, la gran cúpula se abrió en dos y una inmensa sombra oscura irrumpió llenando el ambiente de sonoras carcajadas burlonas. Todos se detuvieron. Una voz tronadora parecía que rompía mis tímpanos. Al mismo tiempo, empecé a escuchar la voz de mi padre diciéndome que no era hijo suyo, mi madre burlándose de mi fealdad al nacer, mis hermanos mayores vociferando lo tonto que fui al permitirles hacerme cargo de los menores y ellos burlándose de lo solo que me encontraba. Era totalmente desagradable. Empecé a sentirme triste, desolado. A su vez mi ejército iba desvaneciéndose. Parecía todo perdido. Miré a lo que parecía el horizonte y dentro del gris entorno una luz empezó a reflejarse. Sentados en unas butacas, como en el teatro, estaba toda mi familia: Mi padre, mi madre, mis hermanos. Sonriéndome. Me dio ánimo para seguir luchando con tan maligna presencia. Levante el rostro y miré fijamente a mi contrincante. Por un instante todo se acalló. Una vez más aquel personaje se río burlonamente y quitándose la capucha que cubría su cara. Walá…apareció el mangante de mi jefe.
_ ¡JESÚÚÚÚ!...Que haces aquí no te mandé hacer hormigón, eres un mal obrero, voy a largarte de la empresa para que aprendas…
             Me sentí con fuerzas por primera vez para contestar a tan abusivo hombre, solté lo que nunca pensé que podría decir, mi pecho se lleno de orgullo y por largo rato fui yo quien rebuzno y rebuzno tanto, que el susodicho, iba hinchándose como un globo. Cuanto más me descargaba, más requeterechoncho se ponía. Hasta que una gran explosión ocurrió. Aquel mundo gris empezó a llenarse de colores, convirtiendo aquel lugar en pesadillas multicolores, que solo subsistían en los sueños.
_ Mi querido Jesú, acabas de dar tu granito de arena a la causa. Tu misión acabó. Te regresaremos a tu mundo y recuerda que la virtud de un hombre se mide por las buenas acciones que haga en su vida; aunque tropiece, siempre seguirá con la frente en alto. Vuelve a tu mundo amigo nuestro…
            Ringgggg…  Sonó un despertador. Me había quedado dormido. Tenía que correr rápido, ya que me hice tarde para llegar a tiempo al trabajo. Qué cosas, recordé el sueño que tuve y pensé que era algo bonito. Me tomé un café frío y salí pensando que el mangante de mi jefe me iba a dar un tremendo sermón al llegar a la fábrica.
_ Jesú, que fue amigo te has retrasado. El jefe mando decir, te acerques a la oficina. ¿Te encuentras bien?
_ Si estoy estupendamente bien, sé que me retrase, seguro, que aunque le explique las cosas, será lo mismo.
_ Bueno, ya veremos.
                Me preparé para recibir el berro del día…
_ Ahhh mi querido Jesú. Te paso algo. Espero que no.
_ Nada jefe, simplemente me retrasé un poco, espero por favor me disculpe y le aseguro que no volverá a pasar.
_ Muy bien Jesú te comprendo. Venga, ve a tu puesto. Hoy va a ser un gran día…
                Mientras me dirigía a mi zona de trabajo, tuve la sensación que me observaban y aunque no ubicaba el lugar. Una suave voz penetro en mis oídos.

   
“Disfruta tu gran recompensa, amigo Jesú. Nuestro gran General”  ...      



* Relato que participó en el X Certamen de Relato Corto "Gerald Brenan", cuyo premio fue otorgado a la escritora Salmantina Mercedes Blanco Rodríguez con su trabajo "El tributo del César".





No hay comentarios:

Publicar un comentario